domingo, 21 de febrero de 2016

Un sueño


Solo hay oscuridad. No se distinguen figuras, objetos o personas. Estoy solo de pie observando el infinito mar negro que hay ante mis ojos. Empiezo a tener consciencia de mi cuerpo. Veo mis manos, muevo lentamente cada uno de los dedos, articulación por articulación. Ya no hay infinito.

Me agacho lentamente, siento un profundo dolor en mi pecho. Mi cara se contrae, como si me hubieran golpeado. Lagrimas empiezan a correr por mis mejillas, una competencia en la que gana la primera en tocar el suelo negro. Me siento feliz, dichoso. Una sensación de plenitud se apodera de mí ser. Por primera vez, en dos años, logré llorar.


Un segundo después, desperté.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario