¿Somos
conscientes del ruido ensordecedor que producimos? Provocamos nuestro propio
aislamiento, no solo de nuestro entorno, sino de nosotros mismos. No dejamos
hablar a nuestra alma; está cansada de estar encerrada, la escondemos tras un
disfraz para ser aceptados por los demás ¿Por qué sentimos necesidad de ser
aprobados? ¿No es acaso la auto-aprobación lo que más reconforta? ¿Cuál es la
razón por la cual buscamos refugio en terceros? Tememos estar solos porque nos
sentimos vulnerables. Empero, esta vulnerabilidad no desaparece al estar
acompañados, solo se esconde tras el ruido que producen las conversaciones
banales y superficiales: maquillaje para la vida miserable y desgraciada del
individuo actual.
Es
momento de darnos cuenta que ser vulnerables nos hace humanos, y que podemos
forjar una protección en nosotros, sin necesidad de recurrir a un maquillaje:
las desgracias hay que afrontarlas, no taparlas; en cualquier momento el
maquillaje se desvanece o la venda se cae.